Había una vez un par de perritos que eran hermanos, ellos llegaron a una nueva familia donde los querían mucho.
La más grande era una perrita y su nombre era vaquita, el más pequeño era un perrito llamado chupirul. Cuando llegaron a su nuevo hogar, los recibieron con un plato de comida, pero vaquita comió más que chupirul, puesto que era más grande.
Pasaron un par de meses y chupirul creció del mismo tamaño que la vaquita y entonces le quitaba la comida a su hermana. El perrito chupirul comenzó a sentir que era el consentido de la familia y quería estar siempre sentado cerca de sus dueños.
Llego a sentirse tan chiflado que cualquier cosa lo hacía sentir celoso y envidioso de la vaquita. Incluso algunas veces mordía a la perrita si alguien la acariciaba, en pocas palabras chupirul era celoso.
Chupirul el perrito celoso que no quería comer
Chupirul estaba tan celoso de vaquita, que muchas veces se concentraba en ella y no comía sus alimentos, por otro lado, vaquita aprovechaba que chupirul estaba distraído y se comía sus croquetas.
Pasaron los días y chupirul estaba débil, ya no podía caminar y tenía mucho sueño. La falta de alimentación había hecho que se quedara tirado en el suelo. Lo llevaron con el veterinario y este tuvo que aplicarle una inyección de vitaminas porque chupirul estaba desnutrido.
Su dueño le dijo que tenía que comer para crecer grande y fuerte, además para tener fuerzas y salir a jugar con otros perritos. Le arrimaron un plato con verduras cocidas, croquetas y un sobre de alimento canino.
En ese momento entendió que no podría jugar si no se alimentaba correctamente y decidió comer sus alimentos. A partir de ese día, chupirul se comía sus alimentos y tenía energía para jugar con su hermana y con otros perritos.
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