Saltar al contenido

La calaverita fue a recoger la ayuda de sesenta y más, pero no se la pagaron porque aparentaba otra edad.


—Discúlpame, calaverita, no te puedo entregar tu pago. Necesitas la credencial porque tú te ves muy chavo.

—Mira, amigo pagador, no me hagas enojar, porque te llevo conmigo, aunque pagues bienestar.

Desde ese día, la calaca se la pasa haciendo bola, cobrando sesenta y más, por brincarse la cola.